
A veces la adquisición del lenguaje se desvía de los parámetros habituales y muchas de las dificultades no se reconocen hasta cuando han pasado varios años. En estadísticas extranjeras se menciona que un 10 a 15% de niños bajo los 3 años las presentan, y en la edad escolar un 3 a 7 %, con más incidencia en niños que en niñas. En una encuesta a profesores, señalan que el 50% de sus alumnos presentan problemas de lenguaje (Fundar, de Ediciones PUC, 2003).
Lo que se observa es una dificultad del niño(a) para expresarse, o para expresarse y comprender a la vez. En lo expresivo la dificultad va más allá de un problema en la capacidad de repetir y articular ciertos sonidos, como ocurre con las Dislalias. Se da una alteración en la disposición de las sílabas dentro de la palabra, en la organización de las palabras dentro de la oración, en la capacidad para diferenciar un sonido de otro, vocabulario reducido, dificultades para clasificar elementos y un nivel de expresión y comprensión que en las Escalas de evaluación puede ser de hasta 2 años menos.
En mi experiencia, ya obtenidas las áreas deficitarias, lo óptimo es un trabajo en conjunto con padres y educadores, ya que en la medida que el menor recibe estimulación y refuerzo por parte de quienes comparten sus espacios de educación, recreación, familia, etc. mejores serán los resultados. Además es importante que los padres y profesores, conozcan qué es lo que se está haciendo, para que sirve tal o cual ejercicio, qué se busca lograr cuando estamos estimulando un determinado aspecto.
Probablemente cuando el doctor Edward Bach creó la terapia floral (1930), no estaba pensando en los trastornos del habla y del lenguaje, ya que su propuesta va a lo profundo del individuo, busca rescatar la posibilidad de que la persona se manifieste con todo lo que es. Dentro de la terapia floral existe una gran variedad de flores que trabajan en síntomas relacionados con la comunicación, la expresión, la atención. Sin embargo en línea con la filosofía de su creador, podemos trabajar en los aspectos que están a la base del niño(a) que presenta el trastorno del lenguaje; sus temores, la falta de confianza en sí mismo, la rabia por no poder darse a entender, el aislamiento, etc.
Sin duda, miradas que permiten considerar aspectos que van más allá de la capacidad de decir y comprender lo escuchado; que consideran al niño(a) como integrante de un sistema, que tiene formas de funcionar específicas, que tiene necesidades, anhelos, etc., y que es mucho más que un diagnóstico, un ser humano en evolución.